ARTÍCULO PUBLICADO EN LA REVISTA ELECTRÓNICA "LETRA S"
El deseo sexual llega en la pubertad, cuando las hormonas aparecen y
la testosterona comienza a cambiar no sólo nuestro cuerpo, sino también
la manera en la que vemos al compañero o a la compañera. Comenzamos a
preguntarnos qué se sentirá el tocar, besar, acariciar, tener relaciones
sexuales, comenzamos a sentir muchas ganas de explorar no sólo nuestro
cuerpo, sino también el de alguien más, sensaciones que nos prenden y
nos “alborotan la hormona”. Y esta sensación nos acompañará el resto de
nuestra vida.
He escuchado a adultos decir a los adolescentes que deben esperar
para tener relaciones sexuales a que sean mayores de edad, estén casados
o con una pareja establecida; como si en el matrimonio no se diera el
contagio de infecciones de transmisión sexual ni embarazos no planeados.
Si nos pusiéramos a hacer una encuesta en las familias sobre cuantos
hijos, primos, sobrinos, fueron realmente planeados y cuántos son el
resultado de una noche de pasión y lujuria, o de una calentura de un
rato, quedaríamos realmente sorprendidos. Si has escuchado comentarios
como “fue el pilón”, “esta (e) chamaca (o) llego sin avisar”, “yo sólo
quería dos, pero ya ni modo”. Parejas mayores de 30 años que se han
casado porque la mujer estaba embarazada, son casos en donde los adultos
se dejaron llevar porque se les alborotó la hormona.
Si nosotros, siendo adultos, nos dejamos llevar por el deseo sexual
¿Por qué se critica y juzga tan duramente a los jóvenes cuando les pasa?
¿No sería mejor aceptar que el sentirlo es algo biológicamente normal?,
presente tanto en animales como en los seres humanos. Entonces ¿por qué
no enseñarles a nuestros adolescentes que el sentir deseo sexual es
algo natural? Que a todos nos pasa sin importar si eres joven o viejo y
que puedes disfrutar de él a cualquier edad. Claro que la conducta
sexual humana se encuentra bajo un mayor control mental y social, por lo
que tiene un gran peso el aprendizaje de experiencias anteriores, la
cultura, la educación.
El deseo sexual nos permite excitarnos por diferentes situaciones o
diferentes partes del cuerpo. Podemos comenzar con besos y abrazos y
dejarnos llevar hasta tener una relación sexual con penetración. Sin
embargo, la sociedad nos dice que si eres menor de edad no tienes
derecho ya que aún eres un(a) niño(a); la moral, que la mujer “decente”
no puede tener relaciones sexuales; el hombre debe de “respetar” a la
chava para no traicionar la confianza que le deposita la familia de la
chica. Sin olvidar la doble moral. La religión nos dice que sólo en el
matrimonio puedes disfrutar del deseo sexual. Si eres soltero(a) y te
dejas llevar por él, serás un(a) promiscuo(a), además de correr el
riesgo de embarazo o contraer alguna infección de transmisión sexual.
Puede haber jóvenes que han aprendido a controlar, regular o reprimir
ese deseo sexual, ya sea por miedo, convicción, creencias o tabú, pero
también hay quienes en una situación dada, el deseo y la excitación es
mayor, “no piensan con la cabeza” porque “tienen muchas ganas” y eso no
los hace unas malas personas o indecentes.
No estoy diciendo que los púberes o adolescentes deben tener
relaciones sexuales porque la biología se los pide, sólo que es
importante decirle a los chicos(as) que en varios momentos de su vida
van a sentir muchas ganas de tener relaciones sexuales y que esto es
normal, es algo sano; no basta con decirles “aguántate” o “cuídate”, hay
que darles opciones, pero que no sean duchas de agua fría o rezarle al
santo de cabecera; es mejor conocer sobre el sexo seguro y sexo
protegido; instruirlos en el uso del condón, que practiquen el ponerlo y
quitarlo así como acostumbrarse a traer uno ya sea en un porta condón,
en una cajita en la bolsa del maquillaje, etc., para que estén
preparados en el momento en que “se dejen llevar porque se les alborotó
la hormona”. El traer un condón en la bolsa no quiere decir
necesariamente que tienen que usarlo a la voz de ya, sino que lo usen
precisamente cuando no puedan pensar, que tengan una herramienta a la
mano que les ayude a cuidar su salud sexual cuando “tengan muchas
ganas”, porque el deseo sexual está presente y el negar que existe es
negar una parte importante de nosotros mismos.
“El deseo sexual, se refiere al interés en la actividad sexual, que
conduce al individuo a buscar la actividad sexual o a ser receptivo de
manera placentera hacia tal actividad (Kaplan, 1995)”