Esta eran una pareja que comenzaba, ambos se querían y buscaban complacer a su pareja en lo más que se pudiera. La primera vez que compraron despensa, ella tomó un paquete de chuletas ahumadas, la segunda vez él tomó un paquete de chuletas ahumadas, la tercera vez él volvió a tomar un paquete de chuletas y la siguiente ella tomó el paquete.
Despues de un mes, ya cansado el chavo de comer tan seguido chuletas ahumadas tomó valor y con delicadeza le comentó a su querida esposa que ya no quería comer chuletas a lo cual ella le respondió:
- “pero si a ti te gustan mucho las chuletas ahumadas”
- “no, a ti te gustan las chuletas ahumadas”
- “no mi amor, yo las preparo porque tu las compras”
- “pero yo las compro porque vi que a ti te gustan”
Después de esa conversación ya no volvieron a comer tan seguido chuletas ahumadas.
¿Cuántas veces hacemos cosas que pensamos que eso es lo que espera de nosotros la otra persona, sin preguntarle realmente qué es lo que quiere? ¿Qué tanto damos por hecho o por entendido en una relación? Sólo nos atrevemos a hablar o a comentar cuando ya estamos hartos y al final nos damos cuenta que la otra persona está igual de fastidiada, no de nosotros, sino de la misma situación y que tampoco hablaba para no lastimarnos.
En ocasiones y afortunadamente este tipo de situaciones puede terminar en risas, otras, lamentablemente terminan en pleito, porque alguno de los dos ya ha aguantado demasiado en aras del amor y la armonía cuando se decide a aclarar algún asunto… y a ti ¿te gustan las chuletas ahumadas?